Relato Corto
¿Qué
has hecho?
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Tomada de Bing Images |
Ese
día ya estaba cansada, tenía semanas sin poder dormir. Despertaba a toda hora
buscando desesperadamente el reloj hasta ver que aún eran las 3:06 de la
mañana. Bien, me dije a mi misma, me quedan par de horas más para intentarlo.
Fue en vano.
Ya
en el baño me siento en el retrete con la mirada perdida, tal cual el animal
ese del Facebook que mira un zapato, solo que ni la más mínima idea de lo que
estaba yo mirando. ¿Será aquel día de septiembre cuando emprendí la huida, o
mejor dicho mi manifiesto de liberación de noviembre? Que va, ya ni se lo que
digo. Vaya forma de iniciar el día, no encuentro ni un calcetín y las putas
botas me han llenado el piso de tierra seca, pues ni modo, en la tarde ya se
recogerá. De lo que si estaba convencida es de que ese día era diferente, el
olor al abrir la nevera me lo revelo y esa manzana de hace 8 días comprada en
el ventorrillo del señor cangrejo. Ese día estaba enojada y dispuesta a todo,
estaba poseída.
Tenía
que eliminarla de mi vida, me estaba ahogando, me tenía cansada. Intente huir
de ella de varias maneras pero al final se metía en mis planes, no dejaba de
molestar.
Había
dedicado varios pensamientos a la forma en que me desharía de ella, me gritaba
a toda hora que me quedaría estancada, pero ya estaba decidida a ahogarla, sí,
eso haría. La llevaría de paseo hasta la represa y justo de ese popular medidor
la lanzaría, sería estupendo, preferiblemente con una gran piedra atada al
cuello y otra a los pies para asegurarme de que luego no saldría. No, mejor
algún envenenamiento, sutil claro está, y de seguro sería más difícil de rastrear,
mucho más cuando se está en un país donde la justicia funciona con algo de
dinero. No creo que nadie esté dispuesto a pagar mucho por hacer una
investigación minuciosa de los hechos. Algo más cauteloso podría ser quizás diluir
su cuerpo. Si… no quedaría nada, todo se esfumaría por completo, solo sería
cuestión de conseguir la cantidad de químicos prudente. De pronto se
desvanecieron mis pensamientos en aquel momento y retorne a la realidad, era
momento de partir al trabajo con mis pensamientos e instintos de asesina, mis
compañeros nunca sospecharían que en la joven silenciosa de la esquina
convergieran tales ideas. El resto de la mañana y la tarde pasó excelente, un día
tranquilo y sereno, el sol brillaba al momento de regresar a casa. Todo habría
pasado bien aquella jornada, pero al acercarme a la puerta pude distinguir su
presencia, su tufo se me parecía en ocasiones a azufre y en otras a ter-butil
mercaptano, desesperada abrí la puerta y corrí hasta la cocina, del juego de
cuchillos tome el más afilado y me dirigí hacia ella. Me miraba con ojos de sátira
y me hostigaba haciéndome entender lo desgraciada que había sido mi vida los
últimos ciento cincuenta y seis días y justo cuando se abalanzaba contra mi
tome el cuchillo y pude advertir como iba tomando parte a través de su tejido
adiposo hasta alcanzar el corazón. Me volví loca al ver su sangre correr sobre
mis dedos y quise más. Repetí la acción varias veces en diferentes partes de su
ser hasta que ya no pude más y un chirrido de madera anunciaba la pregunta: ¿querida,
que has hecho?
Era
mi marido, acababa de presenciar cómo había ajusticiado a la rutina.
Por: Ank.
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