En el tiempo que tengo desarrollándome en un ambiente
laboral catalogado para hombres (minería), nunca había sentido que era tratada
de forma distinta por el hecho de ser mujer. En mi primer empleo formal me tocó
realizar funciones de ingeniera de procesos en un área con 4 turnos donde todos
eran hombres, incluyendo el personal de apoyo y todo funcionó perfecto. Sin embargo,
desde hace un tiempo vengo haciendo tareas “un poco más de hombres” relacionado
al control de procesos (DCS, instrumentación, PLCs) que me llevaron a tomar una
capacitación EXTERNA sobre uno de estos temas.
La capacitación fue bastante enriquecedora y agradable hasta
que llegó el último y quinto día. Ya listas las evaluaciones finales, nuestro profesor
decide hacernos unos obsequios a manera de despedida. Recuerdo que regaló
elementos que podían ser usados en nuestras labores del día a día como cables
de comunicación serial, USB, etc. hasta que finalmente llegó el momento de mi
souvenir: un PopSocket promocional de la marca. ¿En serio? ¿De tantos objetos útiles
a mí me tocó un accesorio para el celular? Estaba totalmente decepcionada, pues
fue más que evidente que aquello había sido porque era la única mujer de la sección.
Me quedé mirando el objeto, lo guardé junto a los demás artículos de tarea, y
esperé el zafacón más cercano para deshacerme del mismo.
Puedo asegurar firmemente que la discriminación por sexo en
el marco laboral ha disminuido notablemente y que muchas compañías tienen un
gran compromiso con la equidad de género (como en la que laboro actualmente),
pero aún sigue siendo un fantasma que en ocasiones aparece para asustarnos.